El Almanzor

3 de junio de 2008. Para empezar este blog


Diré que soy castellano de tierra llana, la región de Tierra
de Campos. Cereales y barro. Sol y heladas. Gentes curtidas por el cierzo que reseca las gargantas y ciega los ojos.
Tierras venidas a menos, a casi nada.
Pero Castilla es mucho más. Montañas y bosques, ríos y lagunas, ciudades y aldeas que aún conservan esplendor y belleza de tiempos ancestrales.
Mi propósito es ir añadiendo a esta página sugerencias que se me ocurran con motivo de mis paseos y visitas por esta tierra mía.

lunes, 22 de octubre de 2012

Tarifa recuperada



A Tarifa me la encontré en el libro de Historia de España de mi primera elemental, seis añines tenía entonces. El moro Muza y el valiente don Guzmán el bueno tejían ante mí un lucha a muerte: o cedes la plaza o te lo matamos. Aquello me llegó al alma. Qué malo el sarraceno, qué bueno el cristiano. Luego resultó que no era tal aquella historia, sino una muy distinta, con mezcla de los unos y los otros, castellanos y andaluces, reino de León y de Granada… en fin, una que aprendí mal, la historia, y así me sigue hiendo.
Ya talludito la conocí, un día de mucho viento; tanto que abrir los ojos resultaba peligroso por la arena sobre todo. No me enteré de nada, y quedó en el olvido, allá en la punta sur de la península.
He vuelto para, más que recordar, aprender. Y claro que lo he conseguido. En mi favor fue un día claro y sereno. Por ello pude abrir los ojos, y ver.
Ciudad amurallada, casas apiñadas, calles estrechas y empinadas. Claro ejemplo de villa mediterránea, a lomos del Atlántico. África a vista de pájaro y tiro de piedra. Puerto pesquero y alrededores crecidos a base de cemento. La playa larga, ancha y adobada por ríos que desaguan mansamente se une a los vientos del Estrecho, dando pie -mejor dicho alas- para que patinen los amantes del windsurf.
La historia antigua está inmortalizada en la piedra de sus murallas y torreones; pero el ladrillo también tiene su protagonismo, señalando a judíos y moriscos como parte integrante, y no tanto advenedizos, menos invasores.
La población es un fundido que remarca la frontera que es Tarifa. Marroquíes andaluces, gaditanos tingitanos. Y mucho guiri visitante, curiosones que otean desde atalayas, con mirada sobre el mar para ver allá al fondo, y como eructado por la tierra, el mastodóntico Rif. Y de noche puntos de luz, pueblitos iluminados, faros en la niebla, barcos fosforescentes en constante trasiego por las aguas, si serán marinas y oceánicas, mediterráneas o atlánticas. Sólo una línea imaginaria, imposible sobre ellas de trazar, delimita unas de otras. Cada quien póngala donde le plazca, que ya los cartógrafos han hecho sus cálculos y tomado sus medidas. Han dicho por aquí, y zás, a África desde Europa 15 km. Pero no es real, esa medida es variable, según tengas oro o peses como el plomo y te hundas.
Y poco más puedo decir; que la anduve, que callejeé, que miré aquí y acullá, que compré pan y que comí bien. Dormí a pierna suelta y caminé por su arenal con la mirada sin fronteras, que allí se puede hacer, lo de mirar; lo demás, tiene su precio.


























 

No vi campos de cultivo, sí de pasto. Ganado, mucho ganado; vacuno, principalmente. Alguien me contó que por aquí tiene su ganadería alguien de mucho tronío.
Y las cumbres sembradas de aerogeneradores, la energía del presente…

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Arbol en Peñalba de Santiago