El Almanzor

3 de junio de 2008. Para empezar este blog


Diré que soy castellano de tierra llana, la región de Tierra
de Campos. Cereales y barro. Sol y heladas. Gentes curtidas por el cierzo que reseca las gargantas y ciega los ojos.
Tierras venidas a menos, a casi nada.
Pero Castilla es mucho más. Montañas y bosques, ríos y lagunas, ciudades y aldeas que aún conservan esplendor y belleza de tiempos ancestrales.
Mi propósito es ir añadiendo a esta página sugerencias que se me ocurran con motivo de mis paseos y visitas por esta tierra mía.

viernes, 14 de mayo de 2010

Toledo y el Tajo

Toledo bien merece la pena un desplazamiento, aunque el viaje sea tipo relámpago y dure más que la misma visita. Pero es lo que había, y no pudo ser de otra manera.

El día 13 de mayo es vacación en mi ciudad, y de tradición un servidor se va de paseo a donde sea y como sea. Y tal parece ser también la costumbre y uso de mis paisanos, de tal manera que ese día que Valladolid celebra a su santo patrón, San Pedro Regalado, muchas ciudades y pueblos que yo conozco, celebran a los vallisoletanos y vallisoletanas regalándonos el "Día de Valladolid" con todo tipo de fiestas y mercados populares.

El panorama metereológico no parecía ofrecer posibilidades de altura, me refiero a visitar montes y morenas, objetivo preferente en mis gustos por esta época del año, ya que se despertó nublado, frío y con amenaza de lluvia. A la vista de lo cual, y tras dudar de si salir o no, de si para el norte o para el sur, de si será al este o al oeste, decidíme encaminar las ruedas de mi corsa hacia la villa y corte de Toledo, pensando que siendo laboral en los madriles, el camino que es todo autovía estuviera tranquilo y despejado. Y ya entrada la mañana, casi mediodía, me puse en camino.

Llegar hasta la sierra fue coser y cantar. Pasar Madrid, ya no, porque se me ocurrió seguir el aviso de "Todas las direcciones" que señala la M-40, y cuando quise darme cuenta estaba frente por frente de la dirección al aeropuerto. En mi descargo he de añadir que llovía a cántaros, más bien diluvio.

Circunvalado el recinto exterior del Madrid de Gallardón, al fin encontré la salida hacia Toledo. Y si antes el tráfico no fue incómodo, en el corto trayecto de la ciudad del Manzanares a la ciudad del Tajo fue todo un procesionar agobiante de máquinas rodantes y maquinistas apresurados.

Mi entrada en Toledo no fue nada triunfal y tratar de aparcar el corsa, una complicación cantada antes del suceso hasta por los trovadores del medievo.


Medieval, pues, fue mi primera impresión de la ciudad. No podía ser de otra manera. Porque existen puentes nuevos sobre el río, pero éste vale bastante más que todos ellos. De origen romano, el puente de Alcántara es entrada obligada para un extraño que se aproxima y quiere curiosear.


El acceso está reservado, pues a las dificultades físicas, que a la vista están, se añaden las humanas, tipo muros y murallas, que en Toledo haylos por doquier.


Las trabas económicas y pecuniarias de entrada no, pero ya dentro es otra cosa, mariposa.
De momento sólo los lugareños podían hacerlo sin apoquinar. «Son libres de portazgo los vecinos de Toledo y de sus montes y de los lugares de su jurisdicción.»
Claro, que ahora corren otros tiempos.


El caso es que para acceder a la ciudad hay que atravesar este curso de agua, dispuesto entre dos murallones de roca y almendrado de antiguas fábricas e industrias, digo yo que de la harina y del acero (el famoso acero toledano).


Arte y finura a la entrada no le falta, faltaría más. Si hasta el águila imperial está adosada en lo alto de aquel arco que se ve al fondo, que es puerta de categoría.


Lo mismo que la otra parte del puente, con su torre fortificada y su correspondiente plaza de armas, donde mire usted qué bonito, estaba la feria del libro, o lo que quedaba de ella. Y que no puede sacar porque llevaba del ramal a Moly y a Berto que de leer nada saben ni quieren, y no me dejaron hacerlo.


A duras penas puede sacar esta foto, porque tiraban de mí las dos bestias con todas sus fuerzas, y gracias a que junto al ayuntamiento hay una zona de cesped donde, olisqueando, me dejaron parar un momento para hacerla.


Para sacar esta otra me tuve que apoyar en la pared, claro que tampoco era imposible dada la anchura que en ese tramo tenía la calle. Si me pongo en cruz, no dejo pasar a nadie.


Tiene el centro de la ciudad un sabor a natural, con sus casas de alturas razonables, sus paredes con maderos inscrustados, y sus ventanas y balcones de vidrios de otros tiempos. La teja curva, que ya no se lleva, aún domina por acá estas cimas tan humanas y tan históricas.


Y ¡qué decir de los cigarrales! Ahí están, en los alrededores y a la vista de quienes se tienen que contentar con mirar y envidiar, porque seguro que ahora, como también ocurriera en los tiempos de maricastaña, son del todo prohibitivos para el toledano o toledano del común.


Ni el ojo ve, ni la cámara capta todo cuanto dentro encierran esos lugares de ocio, esas casas de reposo, esos rincones apartados donde el alma se recrea y puede llegar a vivir un auténtico retiro… del mundanal ruido. Tal vez ahí encontró inspiración Tirso de Molina, quizás fue en estos lugares donde Doménikos Theotokópoulos aprendió a mirar como sólo el Greco supo hacerlo. Y seguro que fue este lugar donde don Gregorio Marañón sacó mayor provecho de sus encuentros con tantas altas personalidades de su tiempo con quienes departió y compartió amistad, cultura y humanidad.


Mi postrera mirada a Toledo en una visita fugaz, de un día de tormenta del mes de mayo. Es hora de regresar, que la distancia no se acorta por más que el apretado caserío invite a recorrerlo, pasearlo y disfrutarlo.

La ciudad de las tres culturas ahí seguirá estando, que si no la movieron los siglos anteriores, menos lograrán hacerlo los tiempos venideros. Asentada sobre fuerte fundamento, la historia ha hecho de ella paradigma de museo al aire libre, rosa de los vientos de la cultura universal y epicentro de los enigmas y misterios de la Alta magia, del esoterismo medieval; de la Alquimia, la Cábala, y la Nigromancia. También de la leyenda templaria y la saga del Grial. Toledo, ciudad de leyendas y de mitos, de cuevas y criptas, brujas y hechiceras, de momias centenarias y libros prohibidos. Toledo, ciudad de Magia y de Misterio…

Pero eso será precisamente en otra visita, quien sabe cuándo, el tiempo lo dirá.

Arbol en Peñalba de Santiago