El Almanzor

3 de junio de 2008. Para empezar este blog


Diré que soy castellano de tierra llana, la región de Tierra
de Campos. Cereales y barro. Sol y heladas. Gentes curtidas por el cierzo que reseca las gargantas y ciega los ojos.
Tierras venidas a menos, a casi nada.
Pero Castilla es mucho más. Montañas y bosques, ríos y lagunas, ciudades y aldeas que aún conservan esplendor y belleza de tiempos ancestrales.
Mi propósito es ir añadiendo a esta página sugerencias que se me ocurran con motivo de mis paseos y visitas por esta tierra mía.

martes, 20 de octubre de 2009

En la ruta de la plata, Mérida, la romana

Con este artículo termino de exponer mi periplo vacacional por tierras sureñas.

La vuelta de Córdoba coincidía con la salida masiva del “finde” de El Pilar. Anunciaban retenciones masivas por el área madrileña, y como quien huye de la quema, decidimos no tentar a la suerte y probar mejor fortuna haciendo el camino de regreso por la ruta de la plata.

Desde Córdoba hasta la nueva autovía hay una carretera nacional en muy buen estado, poco transitada y que ofrece la oportunidad de recorrer una amplia zona del territorio nacional que no es precisamente muy conocida. Pueblos cordobeses y extremeños como Espiel, Hacienda del Rey, Belmez, Fuente Obejuna, Azuaga, Llerena, por citar algunos, se ofrecen enormes, extendidos y blancos, en medio de un vasto campo de cultivo de secano.

Ya en la autovía, el avance rápido no permite deleitarse con detalles, pero sí con amplias panorámicas de las tierras extremeñas.

Mérida bien merece una parada, que hacía mucho tiempo que no la visitaba. Parada, comida y visita turística fue de obligado cumplimiento. Fruto de ello es este pequeño documento audiovisual:



Cáceres y Plasencia también hubieran merecido su propio visiteo, pero una tarde de viernes parece que no es el momento más apropiado: calles abarrotadas de paseantes y de automóviles en doble fila fueron una barrera insalvable de todo punto. De modo que la cosa quedó en un simple atravesarlas, de punta a punta, parando justo en los semáforos, únicos lugares en los que fue posible hacer un alto en el lento discurrir por su casco urbano.

Salamanca, por descontado, a esas horas nocturnas estaba espectacular y fantástica, destacando sus catedrales luminosas sobre el caserío respetuoso a la distancia. No es desconocida y está muy cerca, volver a ella es sólo aprovechar un día libre.

domingo, 18 de octubre de 2009

Medina Azahara (Madinat al-Zahra)

    Tengo que terminar de contar mi visita a Córdoba, y lo hago recurriendo a los restos arqueológicos de Madinat al-Zahra, nombre con el que se denomina actualmente a lo que siempre hemos llamado Medina Azahara.

    Está a las afueras de Córdoba, aproximadamente a unos siete kilómetros, en la dirección de Sevilla por la margen derecha del río Guadalquivir.

    Apoyada sobre la ladera de las estribaciones finales de Sierra Morena, la ciudad se abre al mediodía, en una especie de graderío que entonces, siglo X, se recorría a la inversa de como actualmente se hace. La entrada principal estaba al sur, en la parte del río, en tanto que ahora se accede a ella desde el norte, por la parte más alta; de esta guisa, la primera imagen que uno tiene apenas atraviesa la pequeña puerta de entrada del recinto es una espectacular panorámica de lo que está descubierto y de toda la campiña que se extiende hasta el horizonte, subbética incluída, allende el Guadalquivir.

     Cuenta la historia que fue mandada construir por Abderramán III y que su hijo y sucesor  Alhaken II la amplió y reformó.


     Pero no pienso contar más, que tampoco lo sé. Podéis encontrar en Internet todo cuanto queráis sobre Medina Azahara. Yo os propongo Wikipedia, que dice bastante y suficientemente escueto y claro.

     Yo sólo quiero decir que estuve allí, que disfruté visitando ruinas escavadas y muros y arcos reconstruidos; que leí carteles explicativos y orientaciones didácticas sobre la vida y milagros de quienes fueron sus moradores; y que fotografié algunas cosas, y que hice un resumen del cual ha salido este vídeo que podéis, si os place, visionar:



   
     Termino añadiendo esto: Dos días después de mi visita al monumento, se inauguró el Centro de Interpretación y Museo que se constituye en entrada única y obligada del recinto. Los visitantes son, pues, recibidos en este lugar, donde deben dejar los vehículos que hayan traído, y a partir de aquí son guiados por todo el recorrido y transportados en vehículos apropiados.

     Ni que decir tiene que el cambio sustancial es que hasta ahora la entrada era libre, o sea gratis, y a partir de este momento se cobra. A lo mejor se gana en calidad, y quienes lo visiten aprendan más de ahora en adelante. Yo, os lo puedo asegurar, quedé satisfecho de la forma en que lo hice.

jueves, 15 de octubre de 2009

Las puertas de la Mezquita

La Mezquita de Córdoba tiene muchas puertas. No me explico cómo ha sido posible guardarla durante tanto tiempo, ni qué habrá ocurrido a lo largo de estos siglos con las llaves de tan egregias cancelas.


Son variadas, dentro del mismo estilo, pero hermosísimas.


Son tantas que no me fue posible fotografiarlas con la misma luz, de modo que unas están tomadas en la mañana, otras por la tarde y las más de noche, iluminadas por focos estratégicamente situados.


¿Cómo comentarlas? ¿Es necesario? ¿Merecería la pena?


Busco lo fácil y me callo. Contempladlas. Aviso de antemano que no están todas las que son, pero que sí son todas las que están.

martes, 13 de octubre de 2009

La sinagoga de Córdoba

   El término más frecuente para designar el lugar donde los judíos se reúnen para orar es “sinagoga”, que proviene del griego synagôgê y deriva a su vez del verbo synagô, cuyo siginificado es “juntar, reunir”. En hebreo sinagoga se denomina keneset (reunión) o bet ha-keneset (casa de reunión) y proseuhke (oración), en este caso utilizado como metonimia en el sentido de “lugar de oración”.

   Los modelos arquitectónicos más próximos a los edificios sinagogales no fueron los santuarios paganos del mundo greco-romano, sino más bien los bouleutêria o ekklesiastêria de los griegos, en los que se reunían para discutir; aunque arquitectónicamente hubo de ser modificado para añadir un espacio reservado a las mujeres. Por ello se utilizó el tipo basilical, con columnas alrededor de un espacio central y una galería sobre los pórticos interiores. Las sinagogas se ubicaban siempre en lugares cercanos al agua y en zonas elevadas de las ciudades, siendo el edificio más alto. Su orientación viene determinada por la disposición del arca u hornacina donde se situaba la Torá, de modo que el orante al entrar en la sinagoga estuviera de cara a Jerusalén. Antes de acceder a la sala de oración se pasaba por un pequeño vestíbulo o patio donde se encontraba un estanque para las abluciones de manos y pies.

   En la sala de oración se encontraba el arca en el que se custodiaban cuidadosamente uno o dos rollos de la Torá, que se envolvían en unos lienzos de lino y se guardaban en estuches. El volumen de la Torá se enrollaba alrededor de dos palos o cilindros de madera, conocidos como “arbol de la vida”. El arca era cubierta y ocultada a los ojos de los fieles con el paroket. Frente a ésta se encontraba la bimah. Algunas sinagogas contaban con bancos de piedra dispuestos a lo largo de las paredes donde se sentaban los fieles, aunque usualmente lo hacían en el suelo y sobre esteras. Los ancianos y miembros más destacados de la comunidad se sentaban delante y los jóvenes detrás.

   La Sinagoga de Córdoba es una de las más significativas de España junto a las de Santa María la Blanca y del Tránsito de Nuestra Señora, ambas de Toledo. Fue construida, según la inscripción fundacional conservada en su interior y cuya traducción es: “Santuario en miniatura y morada del Testimonio (o Ley) que terminó Ishap Moheb, hijo del señor Efrein Wadowa el año setenta y cinco. ¡Asimismo vuélvete, oh Dios, y apresúrate a reconstruir Jerusalén!”.., en el año 1315 (año 5075 del calendario judío, que comenzó el 20 de septiembre de 1314 y terminó el 1 de septiembre de 1315). No presenta acceso directo desde la calle, debiendo atravesar un primer patio desde el que se accede a una pequeña sala o vestíbulo de planta rectangular. En su lado Este encontramos unas escaleras que suben a la “tribuna o galería de mujeres”, donde éstas se situaban para asistir a la oración. En el muro norte se abre el acceso hacia la sala de oración, de planta cuadrangular. En ella, la zona superior de las paredes aparece decorada con yeserías mudéjares que presentan decoración de ataurique conformando estrellas de 4, 6 y 8 puntas y motivos vegetales que alternan con las inscripciones en escritura cuadrada, mayoritariamente fragmentos del Libro de los Salmos. En el muro oriental se abre un hueco de unos 2,80 m de ancho, en el que se colocaba el ´aron; a ambos lados del mismo existen dos nichos o alacenas coetáneas a la construcción del edificio. Junto a este hueco y a mano derecha se encuentra la inscripción referente al fundador, anteriormente citada.

   En el Muro Norte volvemos a encontrar el mismo tipo de decoración enmarcando dos arcos de medio punto y uno central adintelado que se encuentran cegados. En la parte superior aparecen cinco arcos de medio punto que dan luz al edificio. En la parte central del Muro Occidental se dibuja un arco ojival y lobulado sobre el cual apreciamos una decoración con yeserías de forma romboidal. Éste enmarca un nicho en el cual se situaría el bimah. Para finalizar, en el Muro Sur se abren tres ventanales decorados también con yeserías e inscripciones que comunican con la galería de mujeres. Sobre ellos se disponen otros cinco arcos de medio punto por los cuales entra la luz.

   Tras la expulsión de los judíos (1492), la Sinagoga es transformada en Hospital de Santa Quiteria, destinado a curar la rabia. En 1588 se convierte en Ermita bajo la advocación de San Crispín y San Crispiniano, patronos del gremio de zapateros. En el siglo XIX pasa a ser escuela de párvulos, descubriéndose su valor artístico en 1884, en que es declarada Monumento Nacional.

   Desde entonces pasó por varias fases de restauración como la de Félix Hernández en 1929 y las iniciadas en 1977 hasta llegar a la reapertura del edificio en 1985 con motivo de la celebración del 850 aniversario de nacimiento de Maimónides.


   No he encontrado mejor descripción de la Sinagoga del Barrio Judío de Córdoba que la que acabo de transcribir, tomada de ArqueoCórdoba. Yo la visité, la disfruté y la fotografié. Producto del rato que pasé contemplándola son estos dos productos que os ofrezco:

1. Un vídeo



2. Una presentación, que se puede visionar todo seguido o de foto en foto. Las imágenes de aquí son de mayor tamaño que las del vídeo, para que se puedan ampliar si se prefiere leer los textos. [Pulsando en el cuadrado pequeño a la derecha del número de diapositiva, que parece una tele, se accede a pantalla completa]. 
Algo ha fallado y he tenido que hacer un ajuste de emergencia: ahí están todas las fotos de la serie.



















Córdoba es Córdoba. O sea, ¡demasiao!

Córdoba me ha conquistado. La visité hace ya ni se sabe, cuando terminé la reválida superior y los compas del curso decidimos hacer una turné por Andalucía. Una de las paradas fue en Córdoba, pero palabra que no me enteré de ná.
He vuelto porque tenía ganas, y lo he hecho a mi manera.
Como no me gusta dormir en sábanas ajenas nos hemos alojado la tropa entera, politos incluidos, en el camping El Brillante, que está justo en la avenida del mismo nombre, hacia la sierra cordobesa. Un lugar tranquilo, céntrico y cómodo. Se localiza sin problemas, y de noche no se oye ni una mosca.
Y ya puestos, a visitar la ciudad. Vamos por partes:


1º La ciudad

Espléndida, de grandes avenidas, cuidados jardines, calles limpias y gentes amables que se deshacen si te tienen que dar alguna indicación; y si se trata de explicarte algo, cuidadín, que te pueden abrumar mismamente con su afectuosa cortesía.

Y notad que hablo de los cordobeses. Porque si hablara o hablase de las cordobesas, Julio Romero de Torres tendría que darme la razón: son más guapas de lo que él las pintó, palabra de honor; y más salerosas, y con mucho tronío, y muy señoras.

Encierra Córdoba su historia milenaria en su parte más nuclear, abrazada por el Guadalquivir, que justo a su lado hace un meandro y se ensancha hasta parecer que ni siquiera lleva agua.

Varios puentes lo atraviesan, pero a destacar, el romano, que, además de iluminado, luce todo remozado, limpio y peatonal, entre la torre de La Calahorra y La Puerta del Puente.



El tren pasa sin decir ni pío, porque está enterrado y sólo asoma por necesidad en la misma estación, también céntrica. Por ello da lugar a una avenida inmensa, conocida por el personal como "El Vial", aunque su verdadero nombre es Avenida de La Libertad, una parte, y Avenida de Al Nasir,  otra parte; pero la mayoría lo desconoce, así que no preguntáis, son localismos que no tienen solución, se toman o se dejan.

Parques tiene unos cuantos, barrios ni se sabe, buenas comunicaciones, y no se puede hablar de edificios apabullantes salvo en aquellas zonas en que la anchura de las vías lo permiten.


Una preciosidad de ciudad.

Un pero, justo a la salida de la ciudad por el puente de San Rafael, arcángel custodio de la urbe: un barrio maltratado, no se sabe si por moradores o por el descuido de los regidores, pero ofrece un lamentable estado de dejadez y suciedad. Una pena.

Otro pero: ¿qué pasó con la cabeza del Don Gonzalo de Córdoba? Alguien me lo quiso explicar… No sé si lo entendí.


2º La Judería

Una gozada de paseo discurrir por sus callejuelas empinadas y empedradas.
Casas que encierran misterios y patios que se abren desbordantes de frescura y colorido.
Lugares de cultura ancestral y edificios de nuevo cuño pero sabor añejo que también contienen saberes de antaño y de hogaño. Todo muy bien hilvanado y entremezclado con bares de tapas y vinos, tortillas imposibles y gazpachos que son de aquí y se llaman "salmorejos". Tiendas de recuerdos con sabor
y morralla made in china, en unas callejas sin acera y con los coches que, si es que caben, te afeitan si no te cobijas en los zaguanes. Lo dicho: una gozada de paseo.



Muchos rincones se encuentran en este barrio, pero mención especial merece La Sinagoga. Y tendrá su lugar en otro artículo.

3º La Mezquita


Ni se sabe la de puertas que se abren en sus pareces altas y almenadas. Todas las fotografié, quizás alguna se olvidó. Visita larga, pausada, meditada y disfrutada. Otros la hicieron más completa, la mía fue suficiente. También tendrá su artículo propio.

Una reflexión. Es paradigmática y emblemática la opinión, también bastante generalizada, de que en Al Andalus convivieron en perfecta sintonía tres culturas, se mezclaron, se respetaron y se amaron. Y sin embargo hay también quien dice, y no parece faltarle razón, que hubo intento de acallar, empequeñecer y hasta hacer desaparecer, según quien en ese momento estuviera en el candelero.

Nada nuevo en un lugar de embrujo, misterio y también fe. Y, por supuesto, poder.


4º Madinat al Zahra (o sea Media Azahara)


A las afueras, unos siete kilómetros al oeste, al pie de la sierra están los restos arqueológicos de la ciudad de Abderramán, Abd Al Rahman III. Ciento y pico hectáreas de las que son visitables y fotografiables apenas unas diez, dan para un buen rato de disfrute.


También ofreceré en su momento otro artículo.

5º La Provincia

Apenas unos esbozos, que cuatro días no dan para más. Sólo realicé dos rutas: La Ribera del Guadalquivir camino de Sevilla y La Subbética, tierras de aceite, olivos y frontera. No tengo para un artículo, así que hablaré aquí de lo que vi.



Pueblos inmensos, blancos, extendidos fuera de lo que fueron sus murallas. Agrícolas, industriales y culturales.

En la margen derecha del río más andaluz, los núcleos de población parece que se han puesto en línea recta para que la carretera que los une los atraviese. Campos de cultivo, regadíos y algodón.

En la zona montañosa del sur, al contrario, la carretera ha de encontrar los lugares que se esconden en lo hondo o se exponen en lo alto.

Lucena es enorme, y con tantas placas de despachos de abogados que parece que allí están en constante trajín justiciero.


Dicen que aquí los judíos se concentraron desde todas las puntas de la rosa de los vientos, y que en su castillo estuvo alojado preso Boadil, el rey que rindió Granada.


Dicen que esto es un pueblo; a mí me pareció una ciudad, de grande, de habitada y de construida.

Cabra es algo más coqueta y tranquila. Más pueblo, aunque nada pequeño.


Cultural y hasta radiofónico. Visité recién estrenado su teatro con una exposición sobre el 50º aniversario de su radio. Y tuve la suerte enorme de colarme, casi sin permiso, en su museo del aceite, sólo para dar allí banquetes y grandes fiestas.











Un hermoso castillo, hoy colegio, y un barrio judío primorosamente engalanado y llenito todo él de placas conmemorativas de los más diversos eventos.


Tuvo hasta un poeta antiguo, Muqaddan Ibn Muafa, "Al Cabri",


y un escritor casi moderno: Juan Valera; cada uno con su correspondiente lugar en el callejero.


Priego. Imposible. No pude ni parar, menos aparcar. Llegar hasta allí merece la pena, estar ya es otro cantar. Llegué, entré, casi no puede pasar, salí como si estuviera haciendo eslalon gigante, y tuve que volverme viéndolo desde abajo, allá arriba e intratable. Sí me dio tiempo de ver que es alargado sobre un alto cerro, con castillo, obras que cortan las calles y muchos lugares donde se trabaja el aceite, proverbial y referente de estas tierras.

La cosa no dio para más.


Arbol en Peñalba de Santiago