El Almanzor

3 de junio de 2008. Para empezar este blog


Diré que soy castellano de tierra llana, la región de Tierra
de Campos. Cereales y barro. Sol y heladas. Gentes curtidas por el cierzo que reseca las gargantas y ciega los ojos.
Tierras venidas a menos, a casi nada.
Pero Castilla es mucho más. Montañas y bosques, ríos y lagunas, ciudades y aldeas que aún conservan esplendor y belleza de tiempos ancestrales.
Mi propósito es ir añadiendo a esta página sugerencias que se me ocurran con motivo de mis paseos y visitas por esta tierra mía.

lunes, 13 de enero de 2014

El Cabo de Gata




No está en el fin del mundo, pero lo parece. Llegar hasta allá supone atravesar valles y desiertos, llanuras y perdidos, pasar pueblos y rodear montañas. Incluso al final del camino parece que uno se va a precipitar al agua desde el acantilado.
Pero no hace falta llegar a tanto para dar con él. Y comprobar que antes que tú ya han llegado muchos otros viajeros.
Desolado, mas colonizado. Solitario, pero construido. Hermoso, aunque inhóspito. Soleado, y sin embargo tenebroso. Es el Mare Nostrum, y sin embargo parece extraño. Más Cantábrico que Mediterráneo, al menos aquel día en que lo visité.
Bien saben en aquella tierra que es oro pulido. Por eso lo han protegido contra la rapiña. Y lo cuidan, lo vigilan, lo defienden con garras y dientes.
Aún así, algo se les escapa. O simplemente lo dejan pasar, para disfrutarlo en primera persona.
Bello lugar.












viernes, 9 de agosto de 2013

Una simple roca: Gibraltar


Tuve que alejarme un poco para que cupiera en una foto. Más cerca era imposible parar y disparar. Y no me habría cabido. Mientras en la fila de la derecha iban despacito, casi parados, en la de la izquierda zumbábamos como alma que lleva el diablo. ¿Para ir a dónde?
Estaba claro, los lentos para entrar en el Peñón. Los rápidos, a sus asuntos. En ninguno de ellos me encontraba yo, que iba de simple mirón. Y fue lo único que pude hacer.
¿Qué habrá ahí para que tengan tanto interés en entrar? Me preguntaba mientras intentaba no rozarme con los otros. No había peatones, a pesar de unos enorme jardines y paseos. Sólo coches. Y todos en la misma dirección. No salía nadie en aquellos momentos. Así que supuse que habría problemas de espacio y los dejaban entrar a cuentagotas, mientras allá dentro se iban apretando.
La Línea que recordaba de hace más de treinta años no aparecía por ninguna parte. Era un pueblo extendido, de casa bajas y calles en tierra, con gente por todas partes. Lo que había ahora eran altos edificios y calles vacías. Sólo coches, en la misma dirección. Para poder sacar una foto hube de seguir dando la vuelta hasta dar con el Mediterráneo, sólo entonces lo encuadré.
Ese pedrusco sin valor, sin hermosura, sin aprovechamiento ni siquiera fotográfico, periódicamente se convierte en pretexto de escaramuzas de diferente consistencia, que enervan a unos, cabrean a otros y dejaban impasible al resto. Luego, cuando la cosa se calma, los cabreados se aplacan porque vuelven a disfrutar de lo que acostumbran, los impasibles siguen como si nada y los enervados continúan gritando donde se les escucha ¡Gibraltar español!

¡Qué extraño! Me dije. Por un lado mucho follón y por este otro nada de nada. Pero no, allá en el horizonte unos enormes buques algo debían significar.

Mientras tanto el Mare Nostrum estaba apacible.

jueves, 2 de mayo de 2013

La Anunciada, Urueña. Valladolid


A la última va la vencida. Visitar Urueña y no acercarme a esta ermita ha sido una más de mis muchas frustraciones. Unas veces porque decían que estaba en ruinas. Otras, porque había prisa y el tiempo apremiaba para llegar a otros monumentos programados. Y otras, porque el grupo no tenía ganas de recorrer a pie los dos kilómetros que faltaban. En esta ocasión no había compromisos adquiridos ni dependía del parecer de otros. Eso al menos creía. Pero no, había condiciones. Sólo se puede visitar el monumento de martes a domingo, en horario de tarde y pidiendo cita previa en la oficina de turismo. Total, que lo he tenido que visitar por fuera, y tras recorrer un corto pero accidentado camino de entrada.


Este cartel informativo groseramente manipulado debe completarse con esto otro:

Edificada sobre la iglesia de un monasterio mozárabe del siglo X (San Pedro y San Pablo de Cubillas), constituye el único ejemplar en estilo románico catalán de toda la región castellano-leonesa. En el siglo XII la infanta doña Sancha, hermana del monarca Alfonso VII el Emperador, llevó a cabo la reedificación de la mencionada iglesia, para lo cual parece contó con canteros conocedores del estilo románico catalán de influencia lombarda, tal y como podemos observar en su parte exterior, toda ella rematada con arquillos ciegos y bandas lombardas decorativas. La hipótesis más plausible a la hora de explicar la presencia de este estilo arquitectónico en una comarca tan alejada de Cataluña ha sido atribuida al matrimonio celebrado entre María Pérez Ansúrez (hija del conde Ansúrez, fundador de Valladolid) y Armengol V, conde de Urgel, aspecto éste que conllevó un intercambio de población procedente de los condados catalanes. En el último cuarto del siglo XVII, Antonio de Isla, obispo de Osma (miembro de la acaudalada y noble familia Isla), como hijo del pueblo que era, quiso honrar a su patrona, la Virgen de la Anunciada, trasladándola desde la ermita vieja, donde se encontraba, hasta la ermita de San Pedro, más cercana a la población. Para ello no dudó en hacer profundas reformas en el edificio, que estaba bastante deteriorado, las cuales fueron encargadas al maestro cantero Francisco de Espesedo. Entre ellas, llevó a cabo la erección de la espadaña en el muro occidental y la construcción de la sacristía al sur. Es en ese momento cuando la advocación actual de la ermita (La Anunciada) toma fuerza, en detrimento de la anterior, consagrada a San Pedro. Por último, en el siglo XVIII, se procedió a la construcción del camarín de la Virgen, adosado al ábside central, que viene a romper el equilibrio de las formas románicas primigenias. En su interior guarda, en el lado del evangelio, un retablo del siglo XVI con representación en relieve de San Jerónimo Penitente; en el presbiterio, un altar del XVII que contiene la imagen románica de La Anunciada, patrona de esta villa, y dos lienzos laterales dedicados a los Desposorios y la Visitación; y en el lado de la epístola, un altar del mismo siglo que el anterior con representación pictórica de la Anunciación y San Pedro, y una virgen gótica en escultura del siglo XIV, siendo todas las obras anónimas.








Urueña. Valladolid


Vuelvo a Urueña después de muchos años. En las anteriores ocasiones en que la visité, acompañando a grupos a mi cargo, la encontré en ruinas, o en faenas de rehabilitación, o repleta de visitantes lectores venidos de allende las fronteras al reclamo del anuncio publicitario. Hoy me acerco a ella desde abajo, con curiosidad por ver en qué ha deparado todo. No entré. Sólo circulé por su exterior. Este es el resultado.









jueves, 1 de noviembre de 2012

Doñana, playas interminables, el alma sosegada



Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el Parque Nacional de Doñana constituye una de las mayores reservas biológicas de Europa. A modo de cinturón alrededor de este se encuentra el Parque Natural, un paraíso que ha sobrevivido a amenazas ecológicas y ocupa 53.709 hectáreas dentro de las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla. Compuesto por la franja litoral y las masas forestales, comprende gran variedad de ecosistemas, como las Playas y Médano del Asperillo o las Marismas de Bonanza.

Sus 53.709 hectáreas conforman una de las mayores reservas biológicas de Europa. El senderismo es práctica habitual y las rutas para recorrer el Parque son altamente recomendables de hacer con una cámara de fotos a mano. Una de las rutas planificadas recorre lugares relacionados con el descubrimiento de América, como La Rábida, Palos de la Frontera, Moguer y Lucena del Puerto. Otro recorrido acerca al visitante al norte del Parque, partiendo de Aznalcázar, pasando por Almonte hasta Villamanrique y haciendo un alto en la popular aldea del Rocío. Un trayecto por el litoral propone en cambio recorrer la costa de Huelva desde Matalascañas a Mazagón.

En este caminar puede el visitante toparse con extensas playas, dunas móviles, marismas, matorrales, bosques de pino, alcornoques, eucaliptos, etc. También es una delicia para quienes gusten de observar aves tan características como el águila imperial, el calamón o el milano negro, además de la abundante colonia de flamencos y grullas. Una fauna llena de color y acostumbrada al turismo, que se completa con gamos, jabalíes y el simbólico lince ibérico, que encuentra aquí uno de sus reductos más importantes.


Doñana es grande, muy grande. Y tiene historia, mucha; dicen que se aproxima a los cinco mil años. Y variedad en la forma de manifestarse la vida; ahora le dicen biodiversidad. Lo cual es como decir que hay animales y plantas como para dar y tomar. Parece incluso que es un lugar único. Que puede haber otros mucho mejores, pero iguales, no. Y sí, Doñana no se parece a nada que yo haya visitado antes.
Sin embargo no puedo decir mucho de Doñana. No lo recorrí entero, ni siquiera una pequeña parte. Piqué de allí y de acá; visité algún lugar y pregunté cosas a gente de la zona. Y por supuesto, leí, antes de ir y estando.
De mi estancia puedo decir: cinco noches oyendo aves nocturnas y otros animalillos. Y sobre todos ellos el océano, que retumbaba sin amedrentar. Cinco paseos largos, muy largos, descalzos los pies sobre la arena húmeda y cálida de la playa. Cinco atardeceres de ensueño. Cinco días completos sin guión, sin ordenanzas, sin más frenos que los debidos al lugar que visitaba, limpio de prejuicios que pudieran oscurecer la mirada. Cinco despertares sin diana, cinco desayunos mientras el día se iba abriendo y la noche se alejaba, cinco cenas casi a tientas, cinco sueños inolvidables.
Ya estoy diciendo que las comidas fueron a voleo, y que hubo de todo. Lo barato, malo; lo mejor, algo carillo.
Y estas fotos, para el recuerdo:






Punta Umbría, simplemente la punta, nada más



Porque hasta el ayuntamiento parece hecho a despropósito. Villa turística al uso, edificios que todo lo llenan, y una autovía que te lleva de Huelva a la playa en catorce kilómetros o sea cinco minutos. ¿Era esto lo que se quería? Pues allí está.
Sólo me interesaba lo que saqué con la cámara para exponerlo aquí. No niego que tenga más, pero no lo vi, tampoco lo busqué.



sábado, 27 de octubre de 2012

Ayamonte, desde la otra orilla



Esta es la única foto que conseguí de Ayamonte. Llegar a esta villa como lo hice no me permitió dar con una panorámica decente. La autopista te acerca a cualquier lugar en poco tiempo, pero los demás detalles no se tienen en cuenta. Tras coger la desviación y dar la vuelta a una serie de rotondas, te das de bruces con casas, pero no con la perspectiva suficiente para apreciar si entras en Ayamonte o en Sebastopol, por decir algo.
El caso es que una vez dentro de Ayamonte lo hueles pero no lo ves; me refiero al mar. Tanto es así que mientras comía a una camarera pregunté si el mar estaba a la derecha. Ella dijo no, ahí está el río.


Claro, el río. Ayamonte no está en la costa, está a la orilla del Guadiana.
Eso sí pude verlo bien una vez que caí en la cuenta. Ancho como un mar, desde luego, pero río, al fin y al cabo.
Para hacer esa panorámica hube de llegarme hasta Vila Real de San Antonio, al otro lado, en la otra orilla, en el extranjero si Portugal puede ser adjetivado así; entre vecinos, no sólo por europeos sino porque esa línea fronteriza acuática no siempre ha sido separación, y de hecho no lo es ahora. Ese puente ha acortado distancias y abreviado tiempos.


Si hay calma en la orilla derecha del Guadiana, también se da en la izquierda. Pero en aquella las casas son más hidalgas y las calles más anchas y rectas. En esta el caserío se apretuja y las rúas suben y bajan, se retuercen y se encogen, como estando a la defensiva, como escondiéndose del sol y de los extraños. Y sólo se explaya hacia el sur, justamente hacia el océano, hacia Isla Canela.
Se me ocurre pensar que Ayamonte y Vila Real de San Antonio son dos formas complementarias, pero diferentes, de un único estilo de vida, en el que no se sabe quién domina a quien, si lo hispano o lo luso. Es lo ibérico.


Y el mar infinito es su horizonte, por supuesto. ¿Cómo no iban a salir, tanto unos como otros, a la aventura?

Arbol en Peñalba de Santiago