Con este artículo termino de exponer mi periplo vacacional por tierras sureñas.
La vuelta de Córdoba coincidía con la salida masiva del “finde” de El Pilar. Anunciaban retenciones masivas por el área madrileña, y como quien huye de la quema, decidimos no tentar a la suerte y probar mejor fortuna haciendo el camino de regreso por la ruta de la plata.
Desde Córdoba hasta la nueva autovía hay una carretera nacional en muy buen estado, poco transitada y que ofrece la oportunidad de recorrer una amplia zona del territorio nacional que no es precisamente muy conocida. Pueblos cordobeses y extremeños como Espiel, Hacienda del Rey, Belmez, Fuente Obejuna, Azuaga, Llerena, por citar algunos, se ofrecen enormes, extendidos y blancos, en medio de un vasto campo de cultivo de secano.
Ya en la autovía, el avance rápido no permite deleitarse con detalles, pero sí con amplias panorámicas de las tierras extremeñas.
Mérida bien merece una parada, que hacía mucho tiempo que no la visitaba. Parada, comida y visita turística fue de obligado cumplimiento. Fruto de ello es este pequeño documento audiovisual:
Cáceres y Plasencia también hubieran merecido su propio visiteo, pero una tarde de viernes parece que no es el momento más apropiado: calles abarrotadas de paseantes y de automóviles en doble fila fueron una barrera insalvable de todo punto. De modo que la cosa quedó en un simple atravesarlas, de punta a punta, parando justo en los semáforos, únicos lugares en los que fue posible hacer un alto en el lento discurrir por su casco urbano.
Salamanca, por descontado, a esas horas nocturnas estaba espectacular y fantástica, destacando sus catedrales luminosas sobre el caserío respetuoso a la distancia. No es desconocida y está muy cerca, volver a ella es sólo aprovechar un día libre.