A la última va la vencida. Visitar Urueña y no acercarme a esta ermita ha sido una más de mis muchas frustraciones. Unas veces porque decían que estaba en ruinas. Otras, porque había prisa y el tiempo apremiaba para llegar a otros monumentos programados. Y otras, porque el grupo no tenía ganas de recorrer a pie los dos kilómetros que faltaban. En esta ocasión no había compromisos adquiridos ni dependía del parecer de otros. Eso al menos creía. Pero no, había condiciones. Sólo se puede visitar el monumento de martes a domingo, en horario de tarde y pidiendo cita previa en la oficina de turismo. Total, que lo he tenido que visitar por fuera, y tras recorrer un corto pero accidentado camino de entrada.
Este cartel informativo groseramente manipulado debe completarse con esto otro:
Edificada sobre la iglesia de un monasterio mozárabe del siglo X (San
Pedro y San Pablo de Cubillas), constituye el único ejemplar en estilo
románico catalán de toda la región castellano-leonesa. En el siglo XII
la infanta doña Sancha, hermana del monarca Alfonso VII el Emperador,
llevó a cabo la reedificación de la mencionada iglesia, para lo cual
parece contó con canteros conocedores del estilo románico catalán de
influencia lombarda, tal y como podemos observar en su parte exterior,
toda ella rematada con arquillos ciegos y bandas lombardas decorativas.
La hipótesis más plausible a la hora de explicar la presencia de este
estilo arquitectónico en una comarca tan alejada de Cataluña ha sido
atribuida al matrimonio celebrado entre María Pérez Ansúrez (hija del
conde Ansúrez, fundador de Valladolid) y Armengol V, conde de Urgel,
aspecto éste que conllevó un intercambio de población procedente de los
condados catalanes. En el último cuarto del siglo XVII, Antonio de Isla,
obispo de Osma (miembro de la acaudalada y noble familia Isla), como
hijo del pueblo que era, quiso honrar a su patrona, la Virgen de la
Anunciada, trasladándola desde la ermita vieja, donde se encontraba,
hasta la ermita de San Pedro, más cercana a la población. Para ello no
dudó en hacer profundas reformas en el edificio, que estaba bastante
deteriorado, las cuales fueron encargadas al maestro cantero Francisco
de Espesedo. Entre ellas, llevó a cabo la erección de la espadaña en el
muro occidental y la construcción de la sacristía al sur. Es en ese
momento cuando la advocación actual de la ermita (La Anunciada) toma
fuerza, en detrimento de la anterior, consagrada a San Pedro. Por
último, en el siglo XVIII, se procedió a la construcción del camarín de
la Virgen, adosado al ábside central, que viene a romper el equilibrio
de las formas románicas primigenias. En su interior guarda, en el lado
del evangelio, un retablo del siglo XVI con representación en relieve de
San Jerónimo Penitente; en el presbiterio, un altar del XVII que
contiene la imagen románica de La Anunciada, patrona de esta villa, y
dos lienzos laterales dedicados a los Desposorios y la Visitación; y en
el lado de la epístola, un altar del mismo siglo que el anterior con
representación pictórica de la Anunciación y San Pedro, y una virgen
gótica en escultura del siglo XIV, siendo todas las obras anónimas.