No está en el fin del
mundo, pero lo parece. Llegar hasta allá supone atravesar valles y desiertos,
llanuras y perdidos, pasar pueblos y rodear montañas. Incluso al final del
camino parece que uno se va a precipitar al agua desde el acantilado.
Pero no hace falta
llegar a tanto para dar con él. Y comprobar que antes que tú ya han llegado
muchos otros viajeros.
Desolado, mas
colonizado. Solitario, pero construido. Hermoso, aunque inhóspito. Soleado, y
sin embargo tenebroso. Es el Mare Nostrum, y sin embargo parece extraño. Más
Cantábrico que Mediterráneo, al menos aquel día en que lo visité.
Bien saben en aquella
tierra que es oro pulido. Por eso lo han protegido contra la rapiña. Y lo
cuidan, lo vigilan, lo defienden con garras y dientes.
Aún así, algo se les
escapa. O simplemente lo dejan pasar, para disfrutarlo en primera persona.
Bello lugar.
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